(Publicado originalmente enHuelva Hoy el 25 de noviembre de 2019)
Niña, no molestes.
Es un ejercicio interesante examinar los modelos de conducta distintos que se aplican en la crianza de los niños y de las niñas. Es tan interesante que hasta se han escrito libros sobre ello, tesis doctorales, aunque algunos prefieran dar más credibilidad a su “experiencia personal” que a investigaciones con cientos de personas con su propia “experiencia personal”, combinado con observación directa, análisis científico. Me pregunto cuánto ego hay que tener para considerar que tu opinión está por encima de la ciencia.
En fin.
Decía que es interesante examinar los diferentes modelos de conducta que enseñamos a las niñas y los niños. Es cierto que cada vez menos, afortunadamente, pero durante mucho tiempo, a las mujeres se nos ha enseñado a no molestar. Los niños pueden chillar, correr, saltar, hacer el cafre. Las niñas… Un poco sí, pero menos, que nos ensuciamos la ropa. A las mujeres se nos ha enseñado a callar, a no protestar a no rebelarnos de forma directa. Una mujer que no se calla es problemática. Un hombre, un líder carismático. El hombre más mediocre del mundo puede pasar por la reencarnación de Séneca por “decir las cosas claras”. Una mujer que hace lo mismo es una pesada, una histérica, una friki.
Nos educan para no molestar y luego se sorprenden de que nos cueste tanto alzar la voz. ¿Cómo desarrollar algo que no se practica?
Siempre he dicho que la peor violencia que se ejerce contra las mujeres es la del silencio. Probablemente lo digo desde la cómoda posición de alguien a quien nunca le han reventado el labio de una patada, le han cegado un ojo, o le han roto tres costillas de una paliza. Pero la violencia física es un castigo a corto plazo mientras que el silencio es para siempre. Si no puedes contar tu historia estás condenado al olvido, a la soledad, a la injusticia, al abuso perpetuo.
Por eso hoy es tan importante poner el grito en el cielo, porque somos las más de mil voces que ya no podrán volver a cantar.
Así que protestemos, seamos molestas, seamos incómodas, ocupemos el espacio público y privado, pongámonos en nuestro sitio y seamos un incordio. No te calles, niña. Toma la palabra. Toma la calle. Ensúciate el vestido.
Para que aquellos que no escucharon sus lamentos tengan por narices que escuchar nuestros gritos.