La bailarina coja

(Publicada originalmente en Huelva Hoy el 24 de mayo de 2019)

Se supone que cuando uno elige al capitán de equipo lo elige pensando en ganar el partido. Es cierto que a veces no se cuenta con grandes nombres en el equipo y hay que tirar de lo que se tiene, pero incluso en los partidillos que juegan los chavales en la plazoleta de mi barrio hay alguno que tiene madera de líder.

Es cuestión de cualidades. No todos valemos para lo mismo, afortunadamente. Mi madre trabaja en el hospital. Si yo tuviera que pasar allí cuarenta horas a la semana terminaría con ansiolíticos antes de un mes. Por el contrario, mi madre perdería el sueño si tuviera que hablar delante de una cámara. No todos valemos para lo mismo, desgraciadamente.

Estas cualidades nos posicionan a cada uno, poco a poco, sin darnos cuenta, en un lugar u otro de la vida. En el hospital, en un periódico, al frente de una orquesta o detrás de un mostrador. Y está bien que así sea porque otra de las verdades absolutas de la vida es que no se puede ir en contra de nuestra verdadera naturaleza: hacerlo es garantía de fracaso.

Fracaso que suele ser estrepitoso. Un cirujano sin pulso, un locutor tartamudo, un piloto con epilepsia, o un periodista crédulo están condenados a la ruina y a la burla.

Una bailarina coja.

A veces, es cierto, la Historia y las circunstancias se confabulan para hacer de la anomalía una virtud y convierten al pato en cisne, pero no suele ser lo habitual. Lo habitual es que querer ser Tamara y acabar siendo Yurena.

Pero cuando lo que se tiene entre manos es el futuro de mucha gente, además de cualidades es cuestión de responsabilidad. Decía aquel que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Si damos por hecho que al elegir a los cabezas de lista se ha actuado siempre con diligencia y honradez, apostando por lo mejor que se tenía en la cantera, es hora de preguntarse qué está pasando en la cantera para que estos sean los mimbres con los que tenemos que trabajar.

Digo trabajar y digo bien. Porque un alcalde, una alcaldesa, son, a la hora de la verdad, los interlocutores válidos en caso de una desgracia – accidentes, inundaciones, incendios-. Son, también, quienes eligen en qué dirección vamos toda la tropa. Quienes firman al final cada proyecto. Quienes deciden en qué deuda imponer la firma de toda la ciudad.

Elegir bien y elegir con responsabilidad es una cuestión de equipo, una cuestión de dignidad y, al fin y al cabo, de respeto a toda la ciudadanía.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s